Isabel Paz y Miño
JUAN PAZ Y MIÑO CEVALLOS. "LOS PERIÓDICOS QUE ENTERRÉ". 50 AÑOS DE PERIODISMO
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FICHA TÉCNICA
Autor: Isabel Paz y Miño
Título: Juan Paz y Miño Cevallos. "Los periódicos que enterré". 50 años de periodismo.
Edición: Banco Central del Ecuador, Colección Biografías, No. 11, Quito, 2010, ps. 447
Reseña:
A través de la biografía de Juan Paz y Miño Cevallos (1927-1993), quien fuera un destacado periodista y por muchos años Director de Educación y Cultura del Municipio de Quito, no solo se destacan episodios de la vida pública de este valorado personaje quiteño, sino que se sigue la trayectoria de 50 años de la vida del periodismo ecuatoriano, desde la década de los 40 del pasado siglo, cuando Paz y Miño inició sus labores en varios diarios capitalinos.
Nota adicional:
Este libro fue presentado el jueves 2 de junio de 2011, con los auspicios del Ministerio de Cultura, que es la institución que distribuye la obra. (www.ministeriodecultura.gob.ec)
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DISCURSO DE ISABEL PAZ Y MIÑO CEPEDA EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“JUAN PAZ Y MIÑO CEVALLOS. LOS PERIODICOS QUE ENTERRÉ. 50 AÑOS DE PERIODISMO”
Quito, jueves 2 de junio de 2011
Auditorio del Museo Nacional, con los auspicios del Ministerio de Cultura del Ecuador
Amigas, amigos.
El trece de junio de 1953, hace exactamente 58 años, aparecía en Quito el primer número del semanario Sábado. Su creador, Juan Izquierdo, José del Pueblo o lo que es lo mismo, Juan José Paz y Miño Cevallos escribía entonces: “Al amparo de la garantía constitucional, venimos a decir nuestra palabra verdadera y altiva. Estamos al lado de la libertad y de la democracia. Vamos a caminar junto al pueblo, codo con codo con las mayorías”.
Sábado en su primera etapa publicó 30 números. Se destacó especialmente por la defensa de la libertad de expresión ante el segundo Velasquismo que, a través de su Ministro de Gobierno, Camilo Ponce, trató de imponer la filosofía de las “facultades implícitas” y los “derechos potenciales”. Reapareció casi una década después, en agosto de 1962 y sus últimas ediciones, en septiembre de 1966, concluyeron con la exigencia a la Junta Militar de un plan de retorno al régimen constitucional. Sábado fue un periódico político, crítico, y de humor mordaz con su celebrada página “para matar el Sábado”.
Aparecen, entre los recuerdos de mi niñez, la pasión de mi padre por este periódico que fue el espacio de sus sueños y realizaciones, su más seria y apasionada aventura, su “hijo predilecto”, diría en un escrito, y las imágenes de esos pliegos enormes que yo misma ayudé a compaginar y doblar en la temprana infancia.
Después de fallecido mi padre, volví a las páginas de Sábado. Surgió entonces la necesidad de recuperar para la historia del periodismo este medio de comunicación de tanto significado social para la época y de La Semana, el otro semanario que fundó Juan Paz y Miño. Vino luego la revisión de otros medios en los que él laboró, La Tierra, El Sol, Diario del Ecuador, ya desaparecidos, y de los medios en que colaboró y que permanecen. La inquietud derivó en indagar cómo se hacían los medios impresos en esos años --mediados del siglo pasado-- y en qué condiciones políticas y sociales se desenvolvían sus periodistas. Presenté entonces en el 2008 al área cultural del Banco Central del Ecuador que venía publicando la Serie Biografías con retratos de hombres y mujeres sencillos y cotidianos que hicieron en su vida cosas extraordinarias, la propuesta de narrar, en torno a la vida de Juan Paz y Miño, y desde su voz y su mirada como testigo y cronista y también como protagonista entre 1940 y 1993, algunos hitos fundamentales en la historia de esos más de 50 años del periodismo nacional.
Ese es el origen de esta obra y de este acto de presentación que hoy hace el Ministerio de Cultura y al que se han unido con entusiasmo y afecto el Municipio Metropolitano de Quito Capital Americana de la Cultura y el Colegio de Periodistas de Pichincha. Gracias a las tres instituciones, especialmente a Erika Silva, Ministra de Cultura, a Augusto Barrera, Alcalde Metropolitano de Quito, a Tania García, Subsecretaria de Gestión Cultural, a Jorge Albán, Vicealcalde de Quito a Miguel Mora, Secretario Metropolitano de Cultura y a Susana Piedra, Presidenta del CPP.
Juan Paz y Miño ejerció la profesión de periodista desde los 15 años. Laboró en varios medios de comunicación imprimiendo en su trabajo la visión de servicio a la sociedad, de amor a las causas nacionales. Fue un activo militante de sus gremios. Presidió la Unión Nacional de Periodistas en 1962 y el Colegio de Periodistas de Pichincha en el bienio 1986-87.
Cuando por iniciativa del periodista Gustavo Vallejo la UNP realizó la primera campaña nacional de alfabetización, encargó en 1952 la jefatura ejecutiva de tal emprendimiento a Juan Paz y Miño. En los 15 años de ejecución de la campaña, el analfabetismo se redujo en todo el país en 10 puntos porcentuales. Aunque a lo largo de su vida Juan recibió muchos premios, reconocimientos, condecoraciones, fueron, la confianza de sus colegas que lo llevaron a presidir sus gremios y los avances de esa pionera campaña albabetizadora, los galardones que con mayor orgullo llevó.
Juan Paz y Miño se graduó de maestro normalista. Ejerció como tal la docencia poniendo en práctica los postulados del laicismo. Desde 1968 y a lo largo de 15 años, fue Director de Educación y Cultura en el Municipio de Quito. Desde allí fortaleció la educación de los planteles municipales e institucionalizó eventos tan trascendentales para la ciudad como las Ferias Internacionales del Libro, el Festival Internacional de cine Ciudad de Quito, la Minga de la Quiteñidad, las caravanas culturales y artísticas, realizó la primera retrospectiva del Salón Mariano Aguilera. Contribuyó a la difusión de la cultura, abrió las puertas del arte para el intercambio con otros pueblos del mundo, nutrió las manifestaciones artísticas y culturales con la participación comunitaria.
Estas acciones que ahora esbozo, son narradas en esta investigación biográfica. Están las realizaciones, los discursos y escritos que reflejan el pensamiento y las posiciones de Juan Paz y Miño, sus anécdotas, bromas y gran sentido del humor, su alegría de vivir , y sus conflictos y contradicciones –esos que también nos definen a los seres humanos. Está Lucía, mi madre, iluminándolo todo. Y están además mis propias y personales limitaciones, que los lectores juzgarán.
Como la vida de Juan Paz y Miño giró en torno a la prensa, en este texto está parte de la historia de 50 años de periodismo nacional y de los comunicadores que la construyeron, así como los momentos políticos y las preocupaciones sociales de la segunda mitad del siglo XX.
¿Por qué traer a la memoria estos capítulos de la historia? Creo que en el pasado encontramos respuestas al presente. He mencionado la Primera Campaña de Alfabetización emprendida por la UNP. Como esta, la institución de los periodistas realizó en el pasado, acciones de alta trascendencia nacional, de servicio a la colectividad. Ejerció gran influencia su posición demandando el retorno a la democracia en 1978. Sus socios lucharon durante años porque se aprobara la Ley de Ejercicio Profesional que por largo tiempo ha defendido la libertad de expresión y el trabajo de los comunicadores. Esa, nuestra Ley, atacada duramente por los poderes y violada sistemáticamente, hoy no es suficiente. Por ello sorprende que hayan comunicadores que se nieguen la posibilidad de construir una Ley de Comunicación que promueva la comunicación como un derecho de todos, que fomente la participación social en los medios de comunicación, que respalde la asignación justa y equitativa de frecuencias, que abra páginas, micrófonos y pantallas a las iniciativas ciudadanas, que defienda el ejercicio profesional y que también regule y sancione excesos. No podemos los comunicadores comulgar con la premisa de que la mejor ley de comunicación es la que no existe porque somos buenos profesionales y ejercemos autocontrol. Los médicos son profesionales, los arquitectos son profesionales, ¿aceptaría la sociedad echar abajo la Ley de Salud, las Ordenanzas sobre construcción? ¿No es mejor llegar a acuerdos para que tengamos la mejor ley? Y en ese sentido creo que ayer se hicieron dos foros radiales muy importantes, cada uno con diversas orientaciones, uno en Radio Democracia y otro en los medios públicos, ambos saludables y enriquecedores, que han aportado a que la discusión de tan relevante tema, trascienda los ámbitos del Ejecutivo y del Legislativo, hacia los trabajadores de la comunicación y hacia toda la sociedad.
Cuando presidía el Colegio de Periodistas de Pichincha, Juan Paz y Miño encabezó la primera marcha de periodistas desde el retorno a la democracia, exigiendo libertad de expresión frente a los atropellos del gobierno de Febres Cordero, ese sí un régimen que clausuró medios de comunicación, que encarceló, persiguió y atacó a periodistas --incluso puso en riesgo la vida de mi padre. Estos hechos concretos, con nombres y apellidos, no se pueden olvidar. Por eso la necesidad de recordar nuestra historia. Y para no permitir que políticos y dueños de medios vinculados al poder económico, en nombre de la libertad de expresión, hagan manifestaciones en torno a sus intereses individuales y se apropien de nuestros espacios de lucha social, de nuestros símbolos, de nuestros héroes.
Y quizá lo más importante de recuperar esa historia, es que la mirada al pasado nos plantea preguntas cuyas respuestas son cruciales para proyectar nuestro quehacer profesional al futuro. El pasado nos da sustento, pero también nos interpela.
Al posesionarse como Presidente del Colegio de Periodistas, Paz y Miño decía: “La libertad de información y el derecho a opinar han de ejercitarse para contribuir a la afirmación de un estado democrático, una sociedad justa y una pacífica convivencia social. Ha de evitar la tergiversación y la deformación de los hechos, ha de impedir la desinformación, ha de enfrentar y vencer a la manipulación de la noticia y ha de sostener el libre juego de las ideas”. En la línea de la autocrítica que debe ser un ejercicio permanente de los comunicadores –y de todas las personas-- surge la pregunta: ¿estamos cumpliendo a cabalidad estos principios sobre los que se asienta el ejercicio de la comunicación? Aceptemos frontalmente que hay algunos periodistas que han hecho de la profesión una plataforma para sus intereses individuales, que hay ciertos medios que incentivan discriminaciones, que hay programas que dan espacios a descalificados individuos, no para que rindan cuentas, sino para liberarlos de la sanción social y, otros que poco han hecho para abrir canales a la expresión ciudadana.
“La prensa que extravía su camino y deviene de altísimo sacerdocio de la democracia constitucional y de bastión de la libertad moral, a empresa de negaciones e intereses minúsculos, todo puede ser excepto fuerza rectora del bien, luz orientadora de la verdad, pan cotidiano del alma nacional”, también escribió Paz y Miño.
Pero afortunadamente hay muchos, la mayoría de periodistas de gran valía en nuestro país que siguen la trayectoria ilustre y altiva inaugurada por Eugenio Espejo, que responden con dedicación, con verdad, ética, creatividad y con responsabilidad, a los retos de este mundo complejo, enfrentado parecidos problemas y con similares riesgos que en el pasado.
No puede haber proceso de cambio exitoso, sin el concurso de los medios de comunicación, incluidos los no tradicionales, los alternativos, con los que especialmente los jóvenes nos sorprenden. Por eso, no aceptamos las generalizaciones. No existe la prensa corrupta. La prensa libre es una institución vital del sistema democrático, es un pilar que sostiene el desarrollo. La prensa ha escrito y escribe día a día páginas gloriosas en nuestro país. Menoscabar su prestigio bien ganado nos afecta a todos como sociedad.
Hace años la academia, dentro de la teoría de la comunicación, discutía sobre la “imparcialidad”. Hoy quiero decir que esta obra ha sido escrita con intencionalidad, con el claro propósito de recordar ciertos hechos, de rescatar determinadas circunstancias, de recoger específicos testimonios. De reflejar, en definitiva, las ideas y los valores que hago míos.
A este propósito han contribuido queridos amigos míos y del Juanito, como lo llamaban todos con cariño. Mi reconocimiento a todos ellos. Gracias al amigo y colega Rodolfo Muñoz por su palabras. Mi afecto a Adriana Grijalva, editora del libro. Gracias a los hermanos de Juanito, a mis hermanos Lucía, Juan, César, María Eugenia y Guillermo quien nos acompaña desde la distancia donde reside. A mis hijas Lucía e Isadora y a Oliverio mi compañero siempre.
Quiero recordar esta noche al periodista Oswaldo Paz y Miño Cevallos, hermano de Juanito, su más querido colega. Oswaldo murió cuando empezaba a concebir este libro, privándome –privándonos-- del testimonio de una vida profesional compartida con mi padre. Quiero mencionar a Luis Silva, tan apreciado colega de mi padre, recientemente fallecido a quien tuve el honor de entrevistar hace un par de años para este trabajo. Y expresar mis condolencias y solidaridad a la familia de Augusto Lucero, quien fue un extraordinario colaborador de Juanito en el Municipio de Quito y que con tanto afecto me recibió en su casa y recordó a mi padre y su labor.
En la lectura de la obra, encontrarán la razón del nombre de este libro. El vespertino Últimas Noticias publicó un 2 de noviembre, Día de los Muertos, el artículo de Juan titulado “Los periódicos que enterré” en el que narra, con su humor característico, los diarios en que laboró y que desparecieron, según él, por su “mala pata”. “Tengo el honor, decía allí, de haber trabajado en la mayoría de los principales periódicos del país, pero sobre eso, ostento el record nacional –ni siquiera sobrepasado por el doctor Velasco Ibarra—de haber contribuido modestamente al cierre y clausura de algunos de ellos. Como dice el poeta, me parezco al viejo enterrador de la comarca”.
La presencia de todos ustedes, que agradezco, es la valoración a este hombre sencillo, amigable, generoso, pero vigoroso, tenaz y apasionado, que con su quehacer y sin proponérselo, ha llegado a representar para su generación, para la nuestra y para las venideras, un referente ciudadano. ¡Qué grato ver cómo una vez más, Juanito nos convoca!
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